Elaborados a partir de hechos que rápidamente se enrarecen, los seis relatos de Golems (Editorial El Conejo, 2018), la nueva colección de narrativa de Marcela Ribadeneira, nos acercan al lado más tenebroso de la existencia humana, concentrándose en relaciones que solamente se mantienen vivas gracias a creaciones inverosímiles o experimentos subterráneos que buscan alcanzar la definición más pura de lo letal por medio del sometimiento de la materia. La autora, ciertamente, ha logrado un conjunto cautivante y turbulento, y en pocas páginas nos convence de que su forma de ofuscarnos es absolutamente necesaria.
Una lectura genérica de Golems aproxima su carácter a la mixtura, ya que se trata de un conjunto de relatos que borda lo ficcional a través de las líneas del realismo, el horror, lo fantástico y la ciencia ficción blanda. No obstante, esta ofrenda de elementos se presenta en el libro con ciertas “tergiversaciones”, pues Ribadeneira remezcla las atmósferas mencionadas hilvanando pequeños thrillers que desalientan la posibilidad del lugar común. En este sentido, el thriller psicológico cubre gran parte de la obra, estableciendo filiaciones de anticipación, sorpresa e intranquilidad entre las piezas que la componen.
En cuanto al al aspecto compositivo de la colección, y en particular de los desenlaces de los textos, Ribadeneira, en general, parece elegir formas que yacen mayormente en el sustrato cinematográfico, con composiciones literarias que asemejan escenas y no precisamente arcos narrativos. Esta tendencia a la escena y al acontecimiento puntual favorece las operaciones del suspenso, ya que la predisposición a una estructura abierta extiende las posibilidades de la imaginación lectora y crea la sensación del corte cinematográfico abrupto, tal y como sucedería al insertar un nudo de la trama en la secuencia inicial de una película.
Si bien la valoración crítica depende habitualmente del gusto y la formación del expositor, resulta pertinente destacar tres relatos que resumen a la perfección la que para nosotros es la metáfora más sugestiva de Golems: “La Tierra es un laboratorio macabro”. Esta imagen coincide, ciertamente, con varios de los avatares y los planteamientos temáticos que se formulan en la obra, sobre todo cuando nos detenemos en textos que narran alteraciones y cambios funestos de la bios, como sucede en “Perros de Chernóbil”, una serie de fragmentos que nos remiten al experimento científico, la incomunicación y a un monstruo-máquina que, a la manera de una femme Nikita de invernadero, comprende su misión destructiva; o el relato “Las islas”, que contempla al homicida como esteta y al mismo tiempo contrasta la quietud de la naturaleza con la penuria de un cuerpo en agonía. Finalmente, la narración fantástica que le da nombre al volumen, pieza insólita como pocas, sobresale por subvertir el significado del fruto deforme y adentrarse en nuevos territorios —recurriendo a la tradición mística judía— al hablarnos de la complejidad de las relaciones de pareja y resaltar el ciclo universal de la creación y la aniquilación.
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Soy Salvador Luis (1978), narrador, editor y crítico cultural peruano: www.salvadorluis.net. Twitter: @UnRaggioLaser